Por: Erika Martínez Fernández
Cuando Milena cumplió 40 años recibió la inesperada noticia de que sería madre de gemelos. Descubrió que estaba embarazada porque su empleador, como cada enero, le solicitó una prueba de embarazo para renovar su contrato. Esta práctica, lamentablemente, sigue vigente en algunas empresas en Colombia, según el 32% de las mujeres que respondieron la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de 2015. Tal como Milena temía, su contrato no fue renovado. Hoy, dos años después del nacimiento de sus hijos, continúa fuera del mercado laboral por sus responsabilidades de cuidado y no prevé emplearse formalmente hasta que sus hijos cumplan al menos cinco años. Para entonces, Milena habrá perdido la oportunidad de generar ingresos de manera independiente, crecer profesionalmente y acumular ahorros para su jubilación. En otras palabras, Milena enfrentará una mayor probabilidad de caer en la pobreza. Como Milena, miles de mujeres en América Latina, durante la maternidad o tras el embarazo, enfrentan la incertidumbre de ser despedidas, dejar sus carreras o hacer malabares para equilibrar trabajo y maternidad. Un estudio de la CAF (2021) para Chile, México, Perú y Uruguay mostró que la tasa de empleo femenino puede caer entre un 17% y un 20% tras el primer hijo. ¿Qué tiene que ver esto con la economía del cuidado? Mucho.
En marzo de 2024, la revista The Economist publicó un artículo señalando que la maternidad se traduce en una penalización económica para las mujeres, no por ser madres, sino debido a la falta de infraestructura y apoyo para que puedan seguir activas en el mercado laboral sin sacrificar su rol materno, mientras niñas y niños reciben el cuidado y la educación que necesitan. Es en este punto cuando necesitamos hablar de la economía del cuidado, aquella que permite, entre otras, la redistribución de las actividades asociadas al cuidado de personas que dependen de otras para su desarrollo físico, emocional, mental y cognitivo. Este es el caso de las niñas y los niños, especialmente de 0 a 5 años, momento crucial en que sientan las bases para su crecimiento.
Algunas personas, al referirse a una mujer que se dedica exclusivamente al cuidado de sus hijos e hijas y no tiene un empleo formal, dicen, “ella no trabaja”. Revisemos algunas de las actividades implicadas en el cuidado para cuestionar esta idea: planificar comidas, comprar, preparar y servir alimentos; bañar, vestir y cambiar pañales; ayudarles a dormir y vigilar su sueño. Pasemos ahora a las actividades educativas: diseñar juegos que estimulen su desarrollo cognitivo y motriz; enseñarles a caminar, nadar, montar bicicleta o cualquier otro deporte; leerles cuentos y libros adecuados para estimular su imaginación; involucrarles en actividades artísticas; fomentar sus interacciones humanas para desarrollar sus habilidades sociales; mantener una vigilancia constante para garantizar su seguridad en todos los entornos; y, lo más importante, proporcionarles apoyo emocional, afectivo y espiritual que necesitan. Como vemos, el cuidado y la educación infantil involucra un extenso número de actividades que exigen disponibilidad permanente, especialmente para aquellos hogares con escasas redes de apoyo. ¿Podemos entonces reevaluar la concepción de que “ella no trabaja”?
Un proverbio africano lo expresa claramente: “Se necesita una aldea para criar a una niña o un niño”, destacando la importancia de que todos los actores de la sociedad participen activamente en la educación y el desarrollo infantil. Así, las familias, especialmente las madres, pueden compartir esta responsabilidad, contando con alternativas que les permitan continuar con su desarrollo profesional o alcanzar otras formas de autonomía económica.
Por ello, es fundamental disponer de opciones de cuidado infantil seguras, confiables, asequibles y de alta calidad. Aunque en Colombia y América Latina hay una oferta pública variada, esta no siempre se ajusta a las necesidades de las familias en términos de disponibilidad de cupos, proximidad al hogar o lugar de trabajo y flexibilidad horaria. Por esta razón, las iniciativas privadas de cuidado y educación infantil son imprescindibles para complementar la oferta pública existente. Estas organizaciones, la mayoría empresas sociales que se rigen bajo rigurosos estándares socioambientales, han llevado a cabo investigaciones y pilotos en modelos pedagógicos y de atención que son flexibles y se adaptan a diversos contextos. También han invertido significativamente en el desarrollo de su capital humano para fortalecer la calidad de los servicios que ofrecen, reconocer y recompensar la meticulosa labor de docentes, especialistas y personas cuidadoras, la mayoría mujeres. Revisemos algunos ejemplos de estas empresas.
aeioTu es una empresa social colombiana dedicada al cuidado y la educación de calidad para niños y niñas desde su nacimiento hasta los cinco años de edad. Esta organización, cuya misión se centra en expandir el acceso y la calidad del cuidado y la educación temprana particularmente para familias de bajos ingresos, busca potenciar el desarrollo en los primeros años de vida de las niñas y los niños a través de un modelo educativo integral que incluye atención pedagógica, nutricional y de bienestar en sus centros educativos. Además de esto, aeioTu proporciona contenidos gratuitos sobre cuidado y educación temprana a través de su red @eiotu; asimismo, desarrolla consultorías y proyectos especiales dirigidos a comunidades rurales y migrantes en Colombia, México y Centroamérica, enfocados en el cuidado y la educación infantil de acuerdo con sus necesidades.
Conoce el caso de estudio de aeioTu.
Hippocampus es una empresa social mexicana que ofrece educación preescolar de alta calidad y bajo costo a niños y niñas entre 0-8 años. Su modelo ha sido desarrollado en colaboración con el sector privado y las comunidades locales, brindando servicios de cuidado infantil para los hijos e hijas de los y las empleados (as) en sus lugares de trabajo. Esto ha mejorado la atracción y retención del talento de las empresas aliadas de Hipocampus, así como un mayor compromiso, satisfacción y bienestar entre sus empleados (as). Los centros de cuidado también están disponibles para los niños y niñas de las comunidades donde se ubican las empresas para lo cual Hipocampus capacita, contrata y realiza seguimiento a las mujeres de la comunidad interesadas en formarse y trabajar como educadoras. Gracias a esto, las empresas aliadas de Hipocampus, además de reportar aumentos en su productividad, también han fortalecido sus relaciones con las comunidades.
Para conocer más sobre estas empresas y otras que brindan soluciones en la economía del cuidado en América Latina, África Subsahariana y el Sudeste Asiático, visita The Care Economy Knowledge Hub.
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